A fines del siglo
XIX, en los principales centros del capitalismo a nivel mundial, los
movimientos de trabajadores impulsaban la búsqueda del reconocimiento
de derechos y garantías que les otorgara a los trabajadores un marco de
protección en el ámbito laboral. En este proceso de lucha, los
sectores dominantes utilizaban estrategias de cooptación y represión
que culminaban, en muchos casos, con violentos incidentes.
El
1º de mayo de 1886, en Estados Unidos, más de 20.000 trabajadores
realizaron una huelga por una Jornada laboral de 8 horas, en la que
fueron brutalmente reprimidos. Consecuentemente, hubo un considerable
número de trabajadores arrestados y heridos. Se generaron juicios a los
responsables de instigar el “desorden” social provocado, condenando a 8
de los 31 acusados; entre ellos 5 fueron penados a la horca.
En
repudio, el movimiento obrero norteamericano dispuso el 1° de Mayo como
una jornada de luto para perpetuar en la memoria los conocidos como
“los mártires” de Chicago. En consonancia, la Segunda Internacional
Socialista fijó esta fecha como el "día de los trabajadores", una
jornada dirigida no sólo a la promoción de la memoria, sino también como
momento de reivindicación de los derechos del mundo del trabajo.
En
Argentina, desde el último tercio del Siglo XIX y comienzos del Siglo
XX, los trabajadores comienzan a tomar relevancia en la escena
política, marcando los límites del régimen y la emergencia de la
cuestión social como problemática de la agenda pública. La jornada de
ocho horas, los movimientos por la abolición del trabajo a destajo, los
reclamos de aumentos salariales y un amplio conjunto de reivindicaciones
laborales y sociales, comienzan a ser tomadas por los sindicatos y
otros movimientos sociales. En este proceso, es clave el ingreso en 1904
del primer legislador socialista de América Latina Alfredo Palacios,
siendo impulsor de numerosas leyes que significaron un adelanto en la
materia (descanso dominical, ley de trabajo femenino, entre muchas
otras).
Han pasado más de 100 años desde aquellos
días y hoy más que nunca resulta necesario revalorizar el sentido
histórico de la lucha de aquellos hombres y mujeres.
El proceso
de desarrollo científico y tecnológico, intensificado durante los
últimos treinta años, ha significado cambios drásticos en el mundo del
trabajo a nivel mundial. Los aumentos de productividad generados han
tenido como contracara la expulsión del mercado de trabajo de numerosos
contingentes, así como una excesiva concentración de riqueza en pocas
manos. Las sucesivas flexibilizaciones laborales (diversas modalidades
de empleo temporario, contratos precarios, reducción de los aportes
patronales y la seguridad social, modificación de normas sobre
accidentes y enfermedades laborales, etc.) acabaron con el trabajo
estable, asegurándole a los sectores concentrados de la economía vía
libre para el manejo inhumano de las relaciones laborales.
Ante
ello, se nos impone la necesidad de reflexionar y construir un sistema
económico que se centre en lo humano contemplando a trabajadores y
trabajadoras, que hoy sin duda sufren, y como trabajadorxs y estudiantes
sufrimos, un alto nivel de exclusión.
El 1º de Mayo,
Día Internacional de los Trabajadores, debe motivarnos al encuentro
entre trabajadores y estudiantes para avanzar hacia una sociedad más
justa, igualitaria y solidaria; jerarquizando el valor del trabajo para
poder lograr la elevación moral y la emancipación económica y social del
pueblo, volviéndose así protagonista del destino de la humanidad.