domingo, 5 de mayo de 2013

Hoy no es un día más en la historia de la ciudad. Hoy se cumple una década de aquel hecho de 2003 que marcó un antes y un después en la vida de los santafesinos. La crecida del Río Salado y su posterior ingreso a la ciudad originó la peor catástrofe de la Provincia en los últimos tiempos. Gran parte de la ciudad quedo anegada, y más de 100.000 personas se refugiaron en los centros de evacuados, mientras otras tantas permanecieron arriba de los techos de sus casas inundadas, para proteger las pocas pertenencias que rescataron o simplemente ante la imposibilidad de escapar de la situación. Ese 29 de abril, el agua ingresó a Santa Fe, y lo hizo porque las defensas que protegían a la ciudad no estaban terminadas (aunque si inauguradas años atrás). Con su embate, según cifras oficiales, se llevo la vida de 23 personas, aunque se estiman muchas más. Afecto a 28.000 hogares, llevándose parte de su historia y su identidad.


Hoy se recuerda con tristeza una tragedia que podría haberse evitado, con un estado que incumplió con su responsabilidad social, un Estado negligente, improvisado, y malversador, que no realizó las obras necesarias para proteger a la ciudadanía, que proyectó y pagó un plan de defensas que no hizo cumplir, que desmanteló el sistema de registros pluviométricos sobre el río salado, que no elaboró planes de contingencia en una ciudad rodeada de ríos, y que no utilizo de manera transparente los fondos públicos.

Es en este contexto de caos en el que el pueblo argentino acudió con solidaridad a nuestra ciudad afectada. Con ese panorama se encontraban en el lugar organizaciones y movimientos sociales del territorio llamados al rescate y contención de los más afectados, brindando su tiempo para hacer lo que fuese necesario sin esperar nada a cambio y brindando desinteresadamente todo tipo de ayuda. Así comenzaba la historia de los hechos que marcarían la memoria de nuestro pueblo. La misma acción colectiva fue la que más adelante exigía en conjunto y de manera organizada justicia y explicaciones a los entes responsables. Así daba los primeros pasos por el relato local la Marcha de las Antorchas, instalando símbolos que trascenderían al tiempo, como la carpa negra, en la plaza de Mayo.

Creemos que estos diez años tienen que invitarnos a reconstruir, reivindicar y honrar la memoria, buscar la verdad, y exigir justicia.

Todo esto nos interpela en nuestro quehacer cotidiano como ciudadanos y futuros profesionales llevándonos a reflexionar sobre qué rol ocupamos en la sociedad, y cual el estado. Es en este sentido que creemos importante aportar para avanzar hacia una ciudadanía empoderada con participación y decisión en políticas públicas donde se valore la diversidad de conocimientos, capacidades y recursos. Es la universidad, en este contexto quien debe ser la usina que genere las herramientas que permitan prevenir y actuar ante las problemáticas concretas de esta ciudadanía. Y sin limitarse a esto, fusionarse con ella para ser un motor real de cambio social.